Señor, Dios de la Vida
remueve la piedra de nuestro egoísmo,
la piedra que ahoga nuestra esperanza,
la piedra que destruye el entusiasmo,
la piedra que cierra el corazón al perdón.
Resucita en nosotros la alegría,
las ganas de vivir,
el deseo de soñar.
Haznos personas resucitadas
que no se dejan envolver por la muerte,
sino que cuidan y alientan siempre
el germen de vida en que creen.
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